Hablando hoy con un amigo me contó que los árabes cuando te quieren mandar la peor, la más infranqueable y tremenda de todas las maldiciones te espetan un:- Ojalá que te enamores! Está claro que me quedé rumiando. Tamaña maldición.

y


Desde diciembre que mi hermano me había regalado el disco de Bebe. Lo tenía perdido en medio de este lío de vida nueva y proyecto y empresa y más lío. Cuando me decidí a hacer un poco de orden apareció como un regalo maravillo y puente hasta mi alma.
Desde que lo puse por primera vez lo debo haber escuchado unas diez veces seguidas.
En cada canción me descubro renaciendo y abriendome a la vida. Excelente compañía.

El disco empieza con un lamento exquisito:

"He estao durmiendo a dos metros bajo tierra
y ahora he decidido dormir sobre la tierra
he pasado tanto tiempo lamentando lo que no entendía
que ahora prefiero que me den las claras del día
he pasado tanto tiempo lamentando lo que no entendía
que ahora prefiero que me den las claras del día."

Sanar


A veces uno sueña con eso. Volver. Volver a ciertos lugares, a olores, perfumes, sabores. Volver a caminar por algunas calles. Volver a dar un beso en el semáforo exacto. Mirarnos y reír, como antes, como nunca.

Pensar. Revertir la poca virginidad de la mente y la memoria.

Como se hace para volver a creer y sentir como si nunca nos hubiesen destrozado. De qué esta hecha la certeza tan inmensa que nos arranca y nos tienta a creer. A creer que el amor puede ser una realidad entre tanta espantosa tormenta.

Me pregunto si el alma sana. ¿Acaso los besos nuevos son los que pueden cicatrizar y remover tanta costra? Quizás alcance con la risa, el café de la mañana y los domingos en la cama.

Sanará para volver a romperse. ¿O, de alguna buena vez, sanará para seguir sanando?

Aquí están mis credenciales.


Hoy es un día de esos en los que te desperezás solo.
La cama es inabarcable y sólo pensás en una cosa:

en que alguien te rasque la espalda.