Amores que matan


La vigilia y el sueño pocas veces se tocan, pero cuando juegan y se rozan, como nuestros pies en la mitad de la noche, la calma avanza cargada de paz.

Me miro en cada superficie reflectante de la calle para constatar que la sonrisa es indeleble. Ahí está. Llena de palabras. Cada palabra trae hasta mí un recuerdo. Desencarna lo que durante demasiados años se me estancó en la mitad del pecho. Las dudas se te atragantan como espinas, y no hay pan, ni madre que te salve.

Cuando una pequeña certeza se te desnuda, el trago pasa, envuelto en nubes. Se desliza por la traquea, ronronea por el esternón y desaparece.

Tanta nube, tanto zonda, tantas calles anónimas. Un pueblo lleno de colores nos está esperando. Agarrame la mano, trencemos los dedos, que a la cuenta de tres vamos a saltar.

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