Así vamos como dos niños adictos al juego de la mancha. Si corro te alcanzo y te llevo conmigo. Tratando de escapar de la marca que no podemos dejar. Tantos años de correrías nos deberían haber enseñado algo. Alguna regla de este juego. Deberíamos haber entendido que el tablero solo lo delimita nuestra imaginación. Que las fichas nos mueven a nosotros y que las reglas mutan constantemente.
-Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, te dije esa tarde. Más por Juan Rulfo, que cuando regresa, se encuentra una ciudad de muertos. Sin embargo ahí vamos, buscando nuestra Comala en lugares efímeros. Desafiando el juego y la historia. En una cama que solo puede ser producto de un sueño. En una hamaca turquesa. En una copa de vino. En el Metro. En tus brazos.
Buscándonos en cada rincón donde nos encuentre la marca del otro. Dejándonos manchar.