Encantada de conocerme


Las mujeres, algunas, tenemos una extraña costumbre.
Construimos nuestra autoimagen a partir de lo que piensan los demás.

unplugged

Probablemente el cuerpo sea un maravilloso transmisor de la energía, y por eso tanto machacar con no abras la heladera descalzo.
En esas cosas pienso cada mañana, mientras con una mano sostengo el secador, y con la otra abro la canilla, me mojo la mano y arremolino los pelos que han huido de mi cabeza.

Away

Me gusta tanto mi nuevo ringtone
que cada vez que suena el teléfono no lo quiero atender.

No tan conocedores

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DE QUÉ HABLÁBAMOS antes de que los vinos fueran un tema perfecto para cualquier ocasión.

Uno se presenta a una reunión de trabajo, a un cumpleaños, a una presentación, a lo que sea, vamos. El tema surge fluido, sugerente y aburrido.

A la mayoría de nosotros nos encanta beber vino; hasta distinguimos algunos de otros, incluso nos regodeamos cuando le pedimos un buen ejemplar al sumiller.

Qué bien, cuánto hemos aprendido. Un poco de oídas, otro poco de verdad y bastante más de "en definitiva no sabemos nada".

No deja de sorprenderme cómo en cualquier cena, y más si ésta es de personas que no se conocen, siempre surge el tema del vino como un indicador de que "algo tenemos en común".

Que si la Ribera ya superó a Rioja, que los vinos de Sudáfrica, o del pago que tiene un señor allá perdido en la mitad de la "Cochinchina".

Que el Pinot Noir de Río Negro tiene un bouquet que exalta el cassis. Pero no cualquiera baya de cassis, no señor, sino las que cultivaba una tía abuela alemana de mi mujer.

Pero, ¡por favor! Si hasta hace 10 años nadie conocía al pobre cassis y decíamos frutos rojos.

Pero eso no es nada comparado al aroma "cuero de Rusia" que coloca una de las bodegas más importantes de España en la descripción del Pinot o la increíble capacidad de "esotéricos" que tienen algunos vinos de La Palma.

Pero lo peor de estas conversaciones, es que parece que de un tiempo a esta parte todo el mundo tuvo tiempo, y dinero, para adquirir una botella de un vino realmente inaccesible.

En cualquier mesa que precie de "vinófila", seguro, casi seguro, alguien tendrá un Vega Sicilia del 90 para atrás o un Château Mouton Rothschild.

Cuando escucho estas "excentricidades" finjo creerlas. -Qué maravilla?- ¿Y qué esperas para beberlo? Porque, claro está, que el vino es para beberse, ¿o no?

Pues no, desgraciadamente, de existir en la casa de estos señores, el vino es para picarse. Para pagar una fortuna que acabará en un caldo viscoso e imbebible.

Porque lo que vale es tenerlo en casa, intacto. Jamás beberlo. Porque mataríamos el glamour y no podríamos ser el centro de atención en la mesa.

Y sobre todo, porque si lo hubiesen disfrutado, bebido como Dios manda, ahora mismo yo no estaría hablando de estos personajes, sueltos por las mesas de las cenas de trabajo.

www.diazaraujo.blogspot.com